domingo, 19 de septiembre de 2010

Argentina con la identidad en duda.

Bandera argentinaCon el motivo del festejo del Bicentenario de la Revolución del 25 de Mayo, fecha a partir de la cual la Argentina comenzó a tener su gobierno propio, nos encontramos construyendo  nuestra identidad. Identidad de la cual somos partícipes y hemos modificado a lo largo de estos 200 años. Haciendo énfasis en el período 1880-1916 podemos notar que la sociedad argentina logró transformarse rápida y profundamente. La identidad se vio  influenciada por cada gobierno que tuvimos aunque no todos los sectores sociales se vieron afectados y representados en la misma medida y en el mismo sentido.
Sumergidos en una etapa en la cual la oligarquía tuvo el poder de decisión desde un principio, nuestra identidad fue elaborada con la mirada puesta  hacia Europa, mientras que los pobladores originales eran eliminados y discriminados por sus condiciones. Por otro lado, acentuando esta heterogeneidad, encontramos millones de inmigrantes que vinieron a formar parte de este país en plena construcción, aportando su mano de obra, sus esperanzas para salir adelante y sus ideologías, las cuales serían base para un cambio en la sociedad.       
Estos cambios que se estaban produciendo nos llevan a creer que los gobiernos elitistas, basándose en la cultura europea, propiciaron aspectos fundamentales en el desarrollo del Estado argentino, como la educación, la economía,la política. Pero a su vez dejaron de lado nuestras raíces, describiéndolas como innecesarias para el progreso y avance, y provocando su exterminio. Esta clase social hegemónica fomentó el arrivo de inmigrantes aunque se opuso a las corrientes ideológicas que los recién llegados al territorio apoyaban. Por lo tanto podemos sostener que esta causa les resultó una amenaza y un obstáculo para  seguir manteniendo el poder dejando en evidencia que desde los inicios de nuestro Estado la contradicción siempre estuvo presente en el pueblo argentino.
“Gobernar es poblar” este pensamiento sostenía Juan B. Alberdi, en sentido de que la Argentina se encontraba “desierto” de gente capaz, con conocimientos y formación alguna. Para él era fundamental traer europeos anglosajones para garantizar un desarrollo y progreso de la Nación. Al igual que Sarmiento sostenía que la “barbarie y los salvajes” debían ser eliminados y ambos tenían una concepción del indígena que poco se relacionaba con lo que ellos consideraban ser persona. La identidad para la elite no refiere a los orígenes propios del continente. Éstos provocaban un sentimiento de rechazo y negación de las raíces autóctonas. Sin ir más lejos, la Campaña del Desierto puso en juego los intereses económicos sobre la vida de miles de nativos y sus muertes se justificaron porque como dijo Roca:  “sacando el hormiguero es como se acaba con las hormigas.”
  La elite mostraba una gran admiración por la cultura europea a la cual trató de imitar e imporner en nuestro territorio. Un ejemplo claro que refleja esta devoción son las magníficas construcciones realizadas por sus gobiernos: el Parque de los Patricios, el Palacio Paz, la nueva rambla de Mar del Plata, el teatro Coliseo, la escuela Industrial de la Nación, el Congreso Nacional, el Palacio Errázuriz, el Jardín Japonés entre tantos otros.
Al mismo tiempo los oligarcas buscaron fomentar  la inmigración de muchos modos (subsidiaban pasajes, brindaban partes de terrenos, aseguraban trabajos, otorgaban hospedaje), para que los nuevos pobladores formaran parte  de aquella sociedad que era deseada y que mejoraría el nivel étnico y la mentalidad de los criollos. Trataron de buscar una metamorfosis en la identidad del ciudadano argentino, un argentino trabajador, laborioso, que entendiese de máquinas, que no tuviese una vocación indisciplinada, libre y dilapiladora del paisano.

                                                                                

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